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21 Días de ayuno

A. Nos prepara siendo de ayuda para concentrarnos en Dios y en la oración.

Cuando ayunamos, lo que hacemos es decir, hoy no voy a distraerme ni siquiera comiendo, para concentrarme en Dios y en nuestro motivo de oración.

 

B. El ayuno nos prepara rompiendo cadenas en nuestras vidas.

Una de las maneras que La Biblia también llama al ayuno, es afligir el alma. Es decir, el ayuno es un acto de humillación delante de Dios. Así como el cuerpo se priva de comida, el alma se humilla delante de Dios. Entonces, al humillarnos y pedir perdón a Dios por nuestros pecados y faltas personales, eclesiales y como nación, empiezan a romperse cadenas.

 

C. El ayuno nos prepara porque nos hace orar más de lo habitual.

Obviamente que el ayuno siempre viene acompañado de oración. De lo contrario no es ayuno espiritual, sino pasar hambre. El ayuno tiene sentido cuando sirve para apartarnos de comer y de otras cosas, para orar. Así que, si usted normalmente ora dos o tres veces por día, el día que ayune aumente esos momentos de oración. Y La Biblia enseña que el que persevera en oración, recibe.

 

D. El ayuno nos prepara porque al apartarnos para Dios y buscar de Él, Él se revela.

Nos muestra nuestra condición, nuestro pecado, nos muestra lo que Él quiere para nosotros, lo que hará en nuestras vidas, nos da palabra y promesas.

 

E. El ayuno aumenta nuestra fe para interceder.

Cuando tomamos en cuenta que Jesús dijo que hay géneros que solo salen con oración y ayuno, entonces sabemos que estamos orando con las dos herramientas necesarias para recibir lo que Dios quiere darnos.

 

F. El ayuno aumenta nuestra seguridad y nos da paz.

Cuando sabemos que oramos en obediencia a lo que Dios enseña en su Palabra, y volvemos a orar, y volvemos a hacerlo varias veces en el día, nuestra mente se concentra no en las situaciones sino en el poder de Dios, y nuestra alma descansa al saber que Dios manifestará su gloria.

 

G. El ayuno rompe con nuestra autosuficiencia.

Aumenta nuestra dependencia de Dios. Al apartarnos de comer y de otras cosas, mostramos que nuestra vida depende de Dios y que nos alineamos con Él en lo que es Su voluntad: traer un avivamiento con transformación a nuestra vida a nuestra iglesia y a nuestra comunidad. Cuando Dios ve que no somos autosuficientes, sino que nos mostramos como niños necesitados de Él, entonces Dios que resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes, hace resplandecer Su rostro sobre nosotros.

 

H. El ayuno nos hace responsables del cambio.

Al apartarnos para orar y ayunar, le decimos a Dios que estamos en la brecha, que nos hacemos cargo de la situación de nuestra nación y de su cambio. Al apartarnos para ayunar y orar por eso, ese motivo se va convirtiendo en nuestro objetivo a perseguir, en nuestra mente se incorpora como el blanco a alcanzar, y la promesa de Dios es que eso que determinamos y oramos nos será firme.

 

I. El ayuno cuando se realiza en conjunto con todo el pueblo de Dios, produce un efecto sinérgico.

Jesús enseñó que si dos se convinieren, se pusieren de acuerdo, sobre cualquiera cosa que pidieren les será hecho. El ponerse de acuerdo no es decirle a alguien: “Oye, oremos por esto”. El convenirse es hacer un acuerdo, un pacto de oración. Es que los que van a estar de acuerdo tienen ese motivo incorporado, instalado en su interior, de forma tal que pueden clamar a Dios por eso. El ayuno ayuda a que los que participan de él, internalicen ese pedido y se transforme en un deseo, y al ser un deseo sentido y compartido, en un clamor. Y una y otra vez La Biblia cuenta que Dios escuchó el clamor de su pueblo.

 

J. El ayuno nos da disciplina.

El ayuno aumenta nuestro dominio propio. Podemos controlar nuestra búsqueda de autogratificarnos, para privilegiar a Dios. Cuando privilegiamos a Dios, cuando lo ponemos por encima de todo, la promesa de Dios es que si lo buscamos primeramente a Él, Su reino y justicia, entonces Dios añade todas las cosas.

 

¿De qué manera nos prepara el ayuno?
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